Capítulo I
Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor
de una gran fortuna, necesita una esposa.
Sin embargo, poco se sabe de los sentimientos u opiniones de un hombre
de tales condiciones cuando entra a formar parte de un vecindario. Esta
verdad está tan arraigada en las mentes de algunas de las familias que lo
rodean, que algunas le consideran de su legítima propiedad y otras de la
de sus hijas.
—Mi querido señor Bennet —le dijo un día su esposa—, ¿sabías que, por
fin, se ha alquilado Netherfield Park?
El señor Bennet respondió que no.
—Pues así es —insistió ella—; la señora Long ha estado aquí hace un
momento y me lo ha contado todo.
El señor Bennet no hizo ademán de contestar.
—¿No quieres saber quién lo ha alquilado? —se impacientó su esposa.
—Eres tú la que quieres contármelo, y yo no tengo inconveniente en oírlo.
Esta sugerencia le fue suficiente.
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